Este libro con un formato de bolsillo, tiene 237 páginas con
60 temas escritos, que según el autor se hizo para drenar el espíritu de los
sentido, de lo oído, de lo imaginado, donde se intenta plasmar al hombre como
un ser lleno de anhelos, esperanzas e inquietudes, es decir, definido por Joel
Valencia Parpacén, en el año 1972, fecha del prólogo de este libro,
“...autorretrato del espíritu de Arminio Martínez Niochet, un análisis valiente
de sus pensamientos para entregarlos como esquema moral a los demás, en donde
hasta los artistas tienen sus escrúpulos...”
Lo anecdótico del prólogo del libro es un retazo de historia
de 1947, con el artista Armando Reverón y su autorretrato.
De forma personal, este libro salvo por la época en la que fue
publicado y el autor que fue un neurocirujano eminente, el contenido de esta
obra no se aleja de hacer mención y consejo en temas inherentes a esta
sociedad, y termina siendo un ladrillo de la cultura para cimentar la pared o
barrera que debe contener a los antivalores. Sin pecar en ser revisionista,
viajar sobre estas páginas, y tomar reflexiones sobre los temas que aborda,
sería como autoafirmarse desde su título Hombre, dueño y esclavo, donde yo
agregaría Hombre, dueño y esclavo de la lectura, en cuanto al primer tema
abordado como primera impresión, es el de la cultura, “la cultura de una
persona es el largo proceso que comienza en la casa para no terminar nunca”, en
donde los escollos no faltan y a veces enfrían nuestro entusiasmo, para llevar
el largo camino de la cultura a pesar de la ausencia del dinero pero con
voluntad todo se supera ejercitando nuestro pensamiento sin odios, pensando,
organizando y planificando nuestro porvenir.
Lo más impactante del tema es que se puede extraer consejos
como, Siembra en tu mente pensamientos nobles. Rechaza conceptos mezquinos que
te dicta la hipocresía. No dudes en tomar una decisión que complazca tus
sentimientos, si tu razón te dice que no es mala. Tu conciencia debe ser juez
imparcial para contigo. No te castigues contrariando hoy, lo que ayer hiciste
con voluntad y amor. Más adelante, cultura es combinar lo que sabemos, lo que
anhelamos, entender las cosas más simples y entender las cosas más complejas.
Admirar el triunfo de los otros sin envidia; trabajar por ser mejor y saber un
poco más cada día. Cultura no es sólo conocimiento, es aprender a vivir.
Parafraseando el tema del amor, de lo particularmente
significativo, que comienza en la página 31, con definiciones por demás
interesantes, que afirman que el amor no se compra, se pide; no se vende, se
regala, y si se regala con cariño es más amor; ser mezquino en el querer es
signo de egoísmo; y si estás seguro de dar amor, dalo pronto. El amor es la
vida misma, y esto hace bueno al hombre; el amor se irradia y se contagia.
Y no es ciego, tiene mil ojos para ver las cosas buenas. Es
ensueño de día y vigilia de noche, no se mantiene con prevendas o regalos,
porque se nutre solamente de fe y esperanza. Matemáticamente uno más uno es
dos, pero el amor tuyo y mío es uno solo.
Actualmente es muy usual escuchar la expresión “¡Normal!” para
referirse o evadir explicaciones o respuestas, por eso el tema de lo Normal
captó mi atención, particularmente el fragmento tomado de la página 91, “Pero
entre el patrón normal y la locura, hay mil escalones, por lo que la gente se
acomoda buscando ver mejor, sentirse mejor, comprender mejor. Cuando varían las
circunstancias, tal vez el rebelde de ayer fue el más normal; y mañana el manso
de hoy será el revolucionario; y siempre, la masa de la gente, se trata de
acomodar para este viaje de la vida, que a unos les resulta cómodo y para otros
muy ingrato”.
Mi oficio me obliga a opinar sobre el tema La Lectura, este
mismo es abordado de forma general como que enseñar a leer es la meta de todo
gobierno, y la derrota del analfabetismo es una marca del progreso en muchos
países. El esfuerzo, de toda índole que se aplique, para enseñar a leer abre un
sinfín de posibilidades a quien se dedique a leer, a leer libros, y me inclino
a la opinión extraída “los libros son grandes compañeros que aguardan las horas
en que no tienes otra cosa que hacer; (aunque muchos piensen que la recreación
es perder el tiempo); libros que esperan que tengas la mente fresca o el cuerpo
cansado para conversar contigo. Coincide en que la dinámica de estos tiempos
nos impone a “restearnos y leer”. En definitiva, debí llegar a este libro,
porque simplemente “hay amor en mis recuerdos y en mi escritura”, frase de
Morris L. West tomada del prólogo de este libro y perteneciente a la novela El
verano del lobo rojo (1971). (Una de mis próximas aventuras literarias, uno lee
y la lectura te obliga a seguir leyendo).
Por mi edad le daría una valoración 3 de 5; y por un gran
consejo que contiene “que cuando no te atrevas a decir la verdad, usa el
silencio que es más generoso que la mentira” (pág. 199), lo valoro con un 4 de
5.
Si debiera resumir este libro en una frase, lo haría diciendo,
amar es el más fuerte resorte universal, leer este libro es un ejercicio de
amar, es también darse un poco de combustible para vivir.
Sobre el autor
El autor, Arminio Martínez Niochet nació el 13 de mayo de 1912
en Porlamar, Estado Nueva Esparta -Un oriental de las tierras de la Virgen del
Valle y de galerones floridos-. Estudió la educación primaria en la escuela
República del Perú en Caracas; luego prosiguió su formación académica en los
liceos, San Agustín y el Liceo Caracas. Posteriormente cursó medicina en El
Hospital Vargas de Caracas; y el 31 de julio de 1936 recibió el título de
Doctor en Ciencias Médicas en el Paraninfo de la Universidad Central de
Venezuela, cuando funcionaba allá, en el Palacio de las Academias. Su tesis es
del año 1912 y se titula Tratamiento quirúrgico de la Hidrocefalia.
En 1946, obtuvo el nombramiento de Profesor Adjunto Interino
de la Cátedra de Patología Quirúrgica II de la Escuela de Medicina. Más tarde
trabajó en el Hospital de Niños. A finales de ese año, el Dr. Pastor Oropeza le
ofreció una beca para cursar estudios de Neurocirugía en Estados Unidos de
Norteamérica, vivió en el país del norte desde 1947; estuvo estudiando en New
Haven, luego pasó a Boston y trabajó en la Clínica Lahey. Concluyó la pasantía
en 1950 y aun cuando le ofrecieron la oportunidad de quedarse en aquel país
prefirió regresar a Venezuela. Compró unos instrumentos en Boston y comenzó a
dar los primeros pasos de la neurocirugía en el país. El Doctor Arminio
Martínez Niochet falleció en Caracas en 1988.
César Ramos
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